¡Madre mía, cuántos papeles he desempañado! Te pones tantas máscaras que al final te ahogan. Hasta que un día dices: "¡Buf, ésta la tiro!" (...)
Me preguntas quién soy. Bien, he sido ante todo muchas máscaras, todas verdaderas y todas falsas, porque con el tiempo cambian y se convierten en otra. No hay permanencia, eso es una verdad que todos los sabios han comprendido. Nada es permanente en esta vida, nada. ¿A santo de qué pretendes tú ser permanente? ¿Quién te ha dicho tal cosa?
Tiziano Terzani
La BSO de esta carta, es la del videojuego de Hideo Kojima que conozco vía Borja, Death Stranding.
Lo que vas a leer empezó a desarrollarse escribiendo ésta publicación, y decidí sacarla de allí y dedicarle sitio propio porque era un cerro de Úbeda que comenzaba a llevarme muy lejos, apartándome del tema, así que le dedico ahora, en estas palabras, una excursión a fondo.
(¿No son también todas estas cartas muñecas rusas, unas dentro de otras, dando origen a temas dentro de temas, todos relacionados? Me encantan estos líos).
El hilo surgió con la idea de que llevamos en nuestro interior todas las personas que hemos sido-vivido-experimentado ya que, como dice Wiltman, “contenemos multitudes”. En Spirit Almanac, nuestro podcast, no has sido tú ha sido tu sistema nervioso, hablo sobre cómo algunas de esas personalidades nos secuestran y podéis leer más sobre el tema en esta carta.
Pero volvamos a las muñecas rusas, que nos ocupan hoy:
Aquella niña de 3, 8, 15… años es yo, de la misma manera que contenemos cada uno de nuestros antiguos yoes, como muñecas rusas: nuestra adolescencia, primer amor, esos momentos que se quedan grabados, los relevantes, los que no sabes ni porqué los guardas, decisiones, dificultades, conexiones, desconciertos y alegrías.
Nuestro yo de estudiar la carrera, de buscar trabajo, que se enamoró y se decepcionó, que “tiró” el tiempo, que estaba perdida, que se equivocó y acertó, que tampoco sabía vivir, sólo estaba improvisando. La que descubre y entiende, la que se frustra y lucha, la que abandona, la que perdona, la que no olvida. Todas las guardamos y siguen apareciendo en nuestro presente, en este embodiment que vibra bajo la piel.
Todas han ido cincelando nuestra expresión, nuestra forma de caminar, de movernos por el mundo, de relacionarnos. De desconfiar y de entregarnos. Las migajas o sin reservas. La que ha sido un hogar, la que lo buscaba desesperada.
La que tiene que desgarrarse y hacerse pedazos y vivir de acuerdo con los demonios y la imaginación que lleva dentro (1)
La soñadora, llena de esperanzas, la que tuvo suerte ese día que…, la que oh dios mío, no se lo puede creer, la que se revuelve y la que te lo devuelve, la que se quedó con un palmo de narices.
La que sabe que cada vez que se da un paso adelante se puede resbalar un poco hacia atrás, pero nunca será todo el paso. (…) Y eso significa que no fue perder el tiempo, aunque lo parezca.(2)
La que con el tiempo aprendió que su sistema nervioso prefería elegir el caos porque era lo conocido que arriesgarse a elegir una paz desconocida e inquietante.
La que se da cuenta de que no podemos simplemente sentarnos y mirar nuestras heridas para siempre (3)
El colmo de la pereza, la actividad desenfrenada. La que abrazó, se arriesgó, celebró y cuidó. La destructora, la vengativa, la que hizo daño. La orgullosa y de la que te enorgulleces. La que llegó tarde, demasiado pronto o nunca.
La que es poquita cosa, pero toda procesos primarios. Vive una vida examinada, nunca desconecta. No deja que una sola cosa agradable le pase de largo (4)
Los momentos que nos ponen “on our knees”, las risas a carcajadas, las meteduras de pata, las idas de pinza, las idas de pinza serias, los problemas gordos, las mentiras, a corazón abierto. La que no confía, la que atraviesa, la que no mira atrás.
La que existe lentamente, dulcemente, como esos árboles, como un charco de agua, como el asiento rojo del tranvía. (5)
La que recuerda y se encoge, la que reconoce, la que tira la toalla, y vuelve a intentarlo. La que sabe que no va a funcionar pero igualmente lo intenta, la que pasa de todo, la que apuesta volando sin separar los pies del suelo, la que suspira, la que se queda sin aliento, la que aguantó la respiración.
La que no hace sino girar en círculo con la esperanza de alcanzar una meta que, después de todo, ya es el punto de inflexión hacia otra cosa...(6)
La muda y la del torrente de palabras, la del corazón en un puño, la que ató cabos, la que miró hacia otro lado, la que se hizo la tonta y a la que le tomaron el pelo.
La que se negó a llorar. Estaba convencida de que si se oía llorar, a las dos de la madrugada, en una habitación de motel que apestaba a tabaco, sería el fin del mundo. (7)
La que tuvo miedo, la que cogió carrerilla, la del toro pasado, la de las perspectivas y las expectativas, la que mucho abarca y la que poco aprieta.
La que había estado recorriendo medio París, más que porque creyera posible encontrarla, porque le parecía durísimo tener que renunciar (8)
La de la risa de niña, el descubrimiento, la inocencia, la resabiada y serena, la que las vio venir, la que se pasó de vueltas. La que suspendió y la sobresaliente, la de las pellas, la honoris causa. La invisible, la que da la nota, la desapercibida.
La que hace que el mar se encrespe. Logra que la jungla arda. Es una mala influencia (9)
La que se sorprendió porque no sentía nada, todo lo que quería era dormir, sólo dormir. Y por primera vez, deseó estar lejos de allí, deseó estar perdida en un basto país donde nadie le conociera, algún sitio sin gente, ni calles... (10)
La que estaba en la competición, apasionada, desganada, con motivación, hundida, arrepentida, exultante, la que no está segura de nada, la que hizo todo lo que pudo, la que estaba dispuesta, la repelente, la soberbia, la impotente y la frustrada.
…la que ha conocido la derrota, conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la pérdida, y ha encontrado su forma de salir de las profundidades (11)
La de las cenizas, la que se derrumba, la de la piel de serpiente, la de los símbolos y la de verdades como puños, la de la expresión de consuelo, la mirada decidida y tierna hacia el infinito.
La que a la mitad del viaje de su vida se encontró en una selva oscura, por haberse apartado del camino recto. (12)
La de los pecados y las debilidades, la de las súplicas, manos entrelazadas, ojos al cielo, suspirando, levitando, creyendo, con escepticismo, la de las ironías y la candidez. La que se perdió y buscó y nunca llegó a encontrarse. La que descubrió, alcanzó y cruzó la meta. Más allá de los sueños salvajes, de cualquier cosa que osara imaginar.
La que se pregunta si la iluminación no será precisamente llegar a contemplar el mundo tal como es y verlo perfecto (13)
La del claro de luna, la de qué diablos hago aquí, que me trague la tierra, pisando fuerte, mordiendo el polvo, marcando rueda, la que está en las nubes, la que toma impulso y se zambulle, la que se empecina.
La que no fue más que un entretenimiento. Uno de esos aburridos entretenimientos que sólo se encuentran en una casa de campo inglesa y en un domingo inglés. (14)
La que sucumbe y disfruta, la que se obsesiona, la que no acepta un no por respuesta. La que lucha, la que huye, la que halaga, la que se queda congelada.
La que nunca ha dejado de pensar en ti de la mañana a la noche, ni de desear, como el poeta, que nuestra separación en la tierra no fuese definitiva.(15)
Todas estas muñecas, una más grande que la anterior, más amplio el conocimiento, la capacidad de abarcar. Una ventana de tolerancia que permite que nos expandamos. Una piel de serpiente que se queda polvorienta en una curva del camino, otra que surge más resistente. Y eso no quiere decir impenetrable ni coraza, el secreto es mantenerla elástica, porosa y moldeable porque es fácil que el paso del tiempo nos encierre, aisle y encapsule, pero aquí estamos con nuestra práctica para que salga callo y para que todo fluya.
Con el tiempo podemos volvernos más tolerantes (si aceptamos y no reprimimos ni ignoramos a todas estas muñecas) o más desconfiandas, críticas y prepotentes.
La que está de vueltas o la que vuelve a intentarlo. Una vez más. La que renueva el entusiasmo o la que tira la toalla. ¿Qué muñeca va a cubrir todas las que ya nos habitan, esta misma que somos ahora en este presente que se va disolviendo?
Este proceso es un camino en el que no buscas necesariamente un “cambio” (como algo de lo que te has cansado, un cambio de look, un corte de pelo, tomar el aperitivo en otro lado), sino evolución, crecimiento, autenticidad como valores clave. Valores que requieren que estés cómoda en la transición, la reconstrucción de una nueva capa de piel. Otra muñequita más. Un hogar nuevo, sí de nuevo, que albergue todas estas chispas, conexiones, experiencias, EMOCIONES, y una mirada testigo que no da el cierre, que no archiva que no se cierra que aprende, se maravilla y, por qué no, se divierte.
No tienes quince, ni doce, ni diecisiete
cumples cien siglos salvajes
y quince vienen contigo
en cada respiración y en cada paso.
Todos los que han llegado antes que tú,
todos los tú que has sido
las madres de tu madre,
los padres de tu padre.
Si alguien en tu árbol genealógico tuvo problemas,
no eran ni cien:
Los malos no ganan — no al final,
no importa lo ruidosos que sean.
Simplemente no estaríamos aquí
si fuera así.
Estás hecho, fundamentalmente, del bien.
Con este conocimiento nunca estarás solo.
Eres la gran noticia del siglo.
Eres lo bueno que se ha adelantado
A través de todo, aunque tantos días
hayas sentido lo contrario. Pero piensa:
Cuando de niño aprendiste a hablar,
no es que no supieras las palabras
era que, de los siglos, sabías tantas,
y era difícil elegir las palabras que serán tuyas.
De aquellos siglos que traemos con nosotros los humanos
las soluciones y las canciones sencillas,
los puentes del río y las cartas estelares y las armonías
todo al servicio de una simple idea:
Que podemos construir una casa llamada mañana.
La que traemos, finalmente, al nuevo día, todos los días,
es nosotros mismos,
y eso es todo lo que necesitamos para comenzar.
Eso es todo lo que necesitamos para seguir adelante.
Mira atrás sólo por el tiempo que debas,
luego avanza hacia la historia que crearás.
Sé bueno, entonces mejor. Escribe libros. Cura la enfermedad.
Haznos sentir orgullosos. Siéntete orgulloso.
¿Y los que vinieron antes que tú? Cuando escuches un trueno,
escúchalo como si fuera su aplauso.
Una casa llamada mañana. Alberto Ríos.
Las citas pertenecen a algunos de mis libros preferidos, pondría mil más pero por hoy se queda así porque como dice Judith Butler, “Nos perdemos en lo que leemos, sólo para volver a nosotros mismos, transformados y parte de un mundo más expandido”.
(1) Fuego, Anais Nin
(2) Las uvas de la ira, John Steinbeck
(3) Haruki Murakami
(4) Dog soldiers, Robert Stone
(5) La náusea, Juan Paul Sartre
(6) La montaña mágica, Thomas Mann
(7) Las correcciones Jonathan Franzen
(8) Por el camino de Swan, Marcel Proust
(9) Marlene Dietrich
(10)París Texas
(11) Elizabeth Kübler- Ross
(12) Dante Alighieri
(13)Las uvas de la ira, Steinbek
(14) Oscar Wilde
(15) Murasaki Shikibu, Genji Monogatari
🩵
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Esto merece una relectura, y otra y después una más! Siempre me han encantado las muñecas rusas y más tú analogía. Gracias por todas las referencias literarias, muchas de ellas comparto, otras exploraré!♥️
Maravilla!
Hoy le dediqué un ratillo a escribir sobre mi muñeca rusa de 2021 y el resultado actual.
Gracias ❤️