Semillas de calma

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🎴Gut feelings

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Intuiciones, felt sense, conectar con el cuerpo. ¿Cómo sé lo que tiene que contarme?

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Semillas de Calma
feb 15, 2025
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Hace unos días leía en una publicación el desconcierto de un escritor cuando su terapeuta le había recomendado que “pensara con las tripas”.

Al preguntar cómo se hacía esto, recibió por respuesta que “era todo un arte” y poco más.

Me recordó a las frases que se dicen en yoga, vacías y que nos llenan de incertidumbre, pero esto será tema para la próxima semana.

No sé cómo siguieron aquellas sesiones con la terapeuta, quizá dejó esa frase en suspenso para que su paciente la pensara y resolver el misterio sobre cómo se opera la magia en otra ocasión.

Sin embargo me hizo reflexionar sobre la cuestión porque en yoga se habla también de todo esto con frecuencia: los guts feelings, creer en nuestra intuición o sexto sentido, la inteligencia de nuestro segundo cerebro, que hay una parte de ti que sabe, confía en ella, etc.

Así que me propongo reunir mis conocimientos y reflexiones en la materia para ver si echo luz a la ambigua, escurridiza y abstracta cuestión de “pensar con las tripas”.

Ambigua, escurridiza y abstracta, que queden claros estos términos porque la cosa no es tan fácil como lo presentan o puede parecer.

Las cepciones

Nuestro cuerpo se comunica con nosotros (sea ese “nosotros” nuestra corteza cerebral, o consciencia, el saber que está pasando “esto”) a través de las cepciones.

Tenemos Cepciones variadas (las estudiamos, entendemos, trabajamos, exploramos y estimulamos en BSMT Calma y BSMT Soma), como la exterocepción, interocepción, nocicepción, neurocepción, equilibriocepción… Todas comunican qué está pasando en nuestro cuerpo.

La neurocepción por ejemplo, muy interesante, es la capacidad que tenemos de saber si una persona o entorno es seguro o no, si amenaza a nuestra supervivencia (es un término acuñado por Porges, autor de la Teoría polivagal). Muchas veces se refieren a ella como el sexto sentido.

Pero la interocepción es la capacidad de saber qué ocurre en el interior de nuestro cuerpo: hambre, mariposas en el estómago, temperatura, etc.

Describo ambas porque creo que están más relacionadas con lo de “pensar con las tripas” aunque todas las cepciones generan una red de info desde varios “frentes”que nos permiten manejarnos de forma segura en el mundo.

Sin embargo, no todos tenemos la misma habilidad con ellas. Por ejemplo los bailarines suelen tener buena propiocepcion (cómo me muevo en el espacio) y escasa interocepción (qué ocurre en el interior de mi cuerpo). En las personas que sufren altos niveles de estrés o casos de TEPT todas las cepciones suelen estar desreguladas. Ya sea tener mucha interocepción (lo que dificulta prácticas meditativas o introspectivas como llevar la atención a la respiración pues sienten “demasiado” y resulta intolerable y angustioso), o con poca interocepción ya que han desconectado de las sensaciones de su cuerpo como una manera de seguir adelante con su vida ignorando el dolor y las sensaciones que quedaron atrapadas en sus tejidos (de ahí la frase “issues in the tissues” o el título “El cuerpo lleva la cuenta” de Bessel van Der Kolk). Esa desconexión de emociones y sensaciones es peligrosa porque no sólo se ignora lo incómodo y amenazador sino también lo que nos nutre, apoya y beneficia. Estamos cerrados, bloqueados o disociados.

Como veis, cada persona, según su historia personal, tendrá distinta capacidad de cepción. Lo bueno es que estas cepciones se cultivan y trabajan, pero tiene que ser siempre con alguien especializado y preparado o los resultados pueden ser terribles para algunas personas si se les introduce en las cepciones antes de estar preparados. Pero hay técnicas para hacerlo poco a poco, titrate, otro término para referirnos a la forma de trabajar con el sistema nervioso

Ok, entonces las cepciones echan algo de luz, pues un buen nivel de interocepcion y neurocepción, saber qué ocurre, qué es peligroso, qué es nutritivo, qué siento….está relacionado con los guts feelings.

Un canal de comunicación y la barrera entre el cielo y la tierra

En “las tripas” enerva mi nervio preferido, ya sabéis, al que he dedicado años de estudio, el X nervio craneal o nervio vago, principal nervio encargado de la respuesta parasimpática o de calma y digestión. Este nervio es de comunicación. Me explico. El 80% de las fibras del nervio vago son aferentes, es decir, llevan info desde el abdomen/vísceras al cerebro informando de qué está pasando. Y el 20% restante son eferentes, llevan info desde el cerebro a los órganos. Por lo tanto es un nervio de escucha más que de dar órdenes desde la computadora de las alturas (aka nuestro cerebro).

Pero además el nervio vago atraviesa el diafragma o principal músculo de la respiración por el hiato del esófago. De ahí la importancia de respirar diafragmáticamente (además de por el masaje abdominal que colabora en la motilidad visceral, masaje cardíaco etc) siempre y cuando esa respiración o movimiento del diafragma sea en 360 grados, que la cintura y lumbar también se muevan, que el suelo pélvico esté relajado, abdomen relajado (si no el diafragma no puede expandirse bien)… porque el hiato del esófago está orientado hacia el centro/anterior del diafragma y, si respiramos sólo hinchando el abdomen, el nervio vago no se estimula, no obtenemos la tan buscada respuesta de relajación.

¿Qué tiene esto que ver con pensar con las tripas? Pues que el diafragma es un chivato y siempre dice la verdad. Jung decía que siempre comprobaras cualquier verdad, frase o información nueva, acontecimiento, en tu abdomen ¿Qué sientes, qué percibes, cómo se recibe ahí?

El diafragma separa el Cielo (zona superior de torso y cabeza) de la Tierra (abdomen, pelvis y piernas). Lo terrenal de lo divino. La tierra y barro de lo visceral y crudo de la claridad y luminosidad de la mente, la consciencia. Esta bella imagen procede de la Medicina Tradicional China.

Además el diafragma es un músculo muy sensible a cualquier emoción que nos atraviese, por pequeña que sea. (De hecho esta frase: que nos atraviese una emoción, ¿no es pasar ese desierto, rabia, intensidad y desconcierto hasta que sube desde donde la sentimos profundo en el centro de nuestro cuerpo para, tras un largo centrifugado por capas de tejidos entrelazados, células palpitantes, sinuosos vasos, órganos viscosos y fluidos humeantes, llegar a la claridad de lo que entiendo, ya no me arrastra, supero, analizo, a lo que le puedo poner por fin neuronas y dejar atrás? Que llegue a la consciencia y poder almacenarla en la memoria donde se guarda lo que ya no me “mueve” sin que tenga un efecto sísmico de 10 en la escala Richter cada vez que me asomo a la cara de esa persona, acontecimiento, situación.).

También nuestra respiración es hipersensible a cualquier pequeño cambio a nuestro alrededor.

Cada impacto: alegría, sorpresa, susto, miedo, excitación, prisas….el diafragma y la respiración lo acusan.

Dejando de un lado la respiración, que daría para otro post, el diafragma es también un músculo postural (no sólo respiratorio) muy sensible, se activa y tensa en milisegundos preparándonos para salir corriendo o luchar (fight o flight, respuesta simpática o del estrés)

Esta rigidez evita que se mueva completamente lo que nos impide tener respiración diafragmática cuando estamos estresados o en peligro, generándose una respiración clavicular o de estrés. Pero la rigidez del diafragma es además una manera de bloquear impidiendo que demasiada información que sube de los guts/tripas (vía nervio vago) llegue al cerebro, incapaz de lidiar con más estímulos.

Desconectamos para poder hacer frente y salir ilesos de la amenaza.

Por supuesto la amenaza puede ser un atracador pero nuestro sistema nervioso no distingue y la amenaza puede ser un email desagradable de nuestro jefe. La respuesta es la misma. ¿Cuántos “mensajes desagradables” o situaciones estresantes experimentamos al día?

Esto genera una paradoja interesante con la que trabajar en yoga a través de distintas prácticas. Porque si no nos sentimos seguros, no podremos respirar diafragmáticamente y acceder a un sistema (parasimpático) que nos permite relajarnos. (Recordemos el requisito indispensable para relajarnos: sentirnos seguros o neurocepción de seguridad). Perpetuamos entonces una respiración, postura, emociones de estrés. Como decía Wilhelm Reich, una persona estresada, vive en un cuerpo estresado (tu respiración, hábitos o armadura postural, patrones de movimiento, gestos, etc son de alguien estresado).

¿Qué te dice el diafragma a lo largo del día?

Las tripas

Bajemos por último a las tripas. Aquí se encuentra el sistema entérico (parte del Sistema nervioso autónomo) o nuestro segundo cerebro, en el intestino delgado principalmente (aunque también en el grueso). El sistema nervioso entérico como dice el manual de la formación BSMT Calma

Consiste en una red de neuronas, neurotransmisores y proteínas que gestionan las labores digestivas. Está conectado con el sistema nervioso central a través del nervio vago pero…también opera por sí solo” (tomando decisiones sin consultar con “dios” aka el cerebro).

Es una subdivisión del SNA y puede ser influido por él (actividad o agitación-reposo). Son redes de neuronas entretejidas en distintas capas del tracto intestinal.

Utiliza los mismos neurotransmisores que el SNC:

  • 90% de la serotonina corporal se encuentra aquí

  • 50% de la dopamina se encuentra aquí.

Barrera de difusión sanguínea: neurotransmisores y neuropéptidos que llevan circulación al cerebro y comunican los dos sistemas.

Se sabe poco de este complejo sistema del que seguimos aprendiendo, pero seguro que lo hemos experimentado de primera mano. El sistema nervioso entérico nos proporciona información directa que usamos en la neurocepción. El estrés o peligro se puede experimentar como “mariposas” en el estómago, molestias gastrointestinales o distintas sensaciones en el área del abdomen

Otro tema sería hablar de cómo el SNC afecta a los intestinos y cómo los intestinos afectan a la microbiota. Pero pensar con las tripas sería acceder a este segundo cerebro y pensar con él.

El problema es que no es tan fácil como decirlo.

Aprender de forma cognitiva, datos, ideas, comprendiendo, estudiando, aplicando, organizando, planeando…es algo que podemos hacer con nuestro cerebro, para ser más exactos con la corteza (porque zonas más profundas del cerebro están relacionadas con otros aspectos como emociones y funciones involuntarias no tanto con el aprendizaje consciente). Lo que ocurre en los intestinos…es parte del Sistema nervioso autónomo, es decir involuntario, ocurre sin que seamos conscientes, sin que podamos hacerlo a voluntad.

¿Cómo se piensa con las tripas?

¿Perdemos la esperanza entonces? No. Hay dos formas de trabajar con nuestras emociones (que son las que determinan nuestras actitudes y comportamientos):

  • De arriba abajo. Es decir, con métodos cognitivos (terapia hablada o prácticas de meditación estarían aquí)

  • De abajo arriba: técnicas basadas en el movimiento, tacto, sonido, respiración, comunicación no verbal, lo sensorial (prácticas somáticas por ejemplo, aunque cuidado con esto que es una palabra de moda que se utiliza al tuntún en prácticas que no son somáticas). Mucho de lo que hacemos en yoga se encuadraría aquí.

Pensar con las tripas consiste en estar en contacto con tus sensaciones viscerales, lo que te comunica tu cuerpo (mariposas en el estómago, tensión en la garganta, respiración que se bloquea, si duermes mal, digestión, pensamientos en loop, estado de la piel, ciclos circadianos alterados, estados de ánimo, altibajos fuertes de energía…), es estar en contacto con tu intuición, confiar en ese sexto sentido.

¿Cómo se hace? Cada uno deberá descubrirlo y trabajarlo de distinta manera porque, como ya hemos visto, hay algunos más familiarizados con su mundo interior que otros, hay distintas fisiologías y historias. Como digo en el libro Yoga para la calma, estamos hechos de células e historias.

Muchas veces tenemos un instinto de que algo no va a salir bien, por ejemplo, y dudamos, racionalizamos y decidimos. A veces vemos que deberíamos haber seguido la intuición y a veces decimos, “menos mal que no hice caso a ese pálpito”, ¿verdad?

En español tenemos esa palabra preciosa, pálpito. También corazonada (lo ubicamos más arriba que los gut feelings en inglés, subiendo del abdomen al pecho, pero igualmente nos referimos a algo que siento o presagio, lejos de la cabeza, la corteza, lo consciente).

¿Cómo distinguir intuición de un profundo anhelo, de ganas o de pereza o aversión? Porque mi cuerpo a veces me pide cosas que no es tan fácil descifrar si son intuiciones o una manera de elegir algo que quiero cognitivamente y me conviene que sea de cierta manera.

¿Cómo se piensa con las tripas? Al hablar de las emociones es difícil separar la mente de ellas, ¿verdad? Están tan entretejidas…¿cómo ir a lo que sientes como verdad dejando de lado ideas, condicionamientos, emociones ajenas, expectativas, toda la historia que ya está enredado con aquello que te desvela?

El lenguaje del cuerpo es complejo, se llama felt sense la capacidad de estar en contacto con las cepciones, con la información que me manda a través de sus distintas antenas, pero es complejo darle un sentido a todo ello porque no sigue una línea “lógica” (logos, mente), lineal, teleológica, causa efecto, antes después, tanto monta monta tanto, si hay esto por tanto aquello.

Hay aspectos que han quedado desatendidos durante años que florecen en forma de enfermedad con el tiempo. “Cuando el cuerpo dice no” de Gabor Maté nos habla precisamente de esto. ¿Podemos percibir que el cuerpo pide auxilio antes de que nos lo confirme un diagnóstico?

La desconexión con nuestro cuerpo es un habitual en el SXXI. Hemos puesto nuestra salud y bienestar en manos ajenas. Médicos, terapias, terceras personas que tienen la capacidad de curarnos y no nosotros ya que no sabemos leer nuestros síntomas. Eso genera no sólo dependencia sino una desconexión completa de lo que nos ocurre (ya vendrá alguien a solucionarlo y pensamos que mientras no vaya a más, no duela o no me limite…no estará tan mal ¿no?)

Además deseamos soluciones inmediatas en forma de pastillas, terapias de choque, catarsis. No apostamos por conectar con la inteligencia natural del cuerpo, con tratarlo poco a poco, con descubrir pasito a pasito, no nos gusta el largo plazo ni esforzarnos ni formar parte. La enfermedad lo vemos como algo ajeno y que sea tratado por algo/alguien ajeno, no queremos implicarnos, mancharnos las manos. Nos da pánico equivocarnos. No queremos preguntas, queremos sólo respuestas.

¿Cuándo comenzó este proceso de ignorar lo que nuestras tripas dicen?

Todas las imágenes de Kevin Yaun

Hace unos meses leí una publicación muy interesante. Los niños están muy en contacto con la información que su cuerpo dice, y la expresan, saben lo que quieren y lo que no, pero esa capacidad se pierde cuando les obligamos a ignorar esas señales y adaptarse a la norma social. Por ejemplo:

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